La legitimidad y la conveniencia: impugnaciones y resultados electorales en México

En México y muchos otros países aceptamos las reglas, la autoridad y las instituciones hasta que salimos perdiendo, esto se ve muy bien reflejado en nuestra pasión (o ausencia de) en el fut-bol. ¿Por qué nunca escuchamos “árbitro justo”? ¿Por qué las consignas se van contra el árbitro cuando se pierde un partido cerrado y los cantos victoriosos no se acuerdan de él cuando se gana?

Como cualquier mexicano, y como cualquier ser humano, nos queremos adueñar los triunfos como el resultado de nuestro esfuerzo, trabajo, intelecto, etc. Las derrotas las justificamos con problemas de nuestro entorno, el clima, los vecinos, el gobierno; lo que sea, menos yo. En estas elecciones se culpó a los encuestadores, a Calderón, al grupo MONEX, a la prensa, a complóts y ahora se culpa al IFE por el triunfo de EPN.  En los deportes, le guste o no a los jugadores y a los aficionados, el árbitro es la autoridad y nadie lo puede cuestionar enérgicamente si quieren terminar de jugar ese partido. En la política, las instituciones y servidores públicos mexicanos no tienen tanta legitimidad, y con cada derrota, los malos perdedores buscan continuar erosionando esa legitimidad tan precaria que existe en el país.

El IFE se creó con el fin de evitar las “caídas del sistema” y aunque no es perfecto, durante 12 años fue símbolo del progreso democrático de nuestro país que venía saliendo de 60 años de control casi absoluto por un partido autoritario. El IFE y el TRIFE se encargan de coordinar y llevar acabo las elecciones así como de responder a denuncias sobre violaciones a la ley electoral. Se encargan de multar y castigar a quienes se encuentren culpables de algún delito electoral. Y aunque el IFE ha sido un símbolo de la gobernabilidad y de la democratización mexicana, no es inmune a los ataques de los malos perdedores.

Las reglas están ahí, pero hay quienes las siguen sólo cuando les conviene. En el 2006, en la elección delegacional dela Miguel Hidalgo, el PRD impugnó el resultado de la elección (Caso Miguel Hidalgo 2003 SUP-JRC-402/2003) porque el candidato del PAN excedió el límite de gastos de campaña. Después de que el tribunal del DF determinara anular la elección, se descubrió que el candidato del PRD también había rebasado el tope de gastos (el PAN por 26.7% y el PRD por 27.75%) y el TEPJF revocó la decisión. En el 2009 sucedió algo similar (Caso Miguel Hidalgo 2009 SDF-JRC-69/2009) pero la investigación la realizó una Unidad Técnica Especializada de Fiscalización del IEDF. Cuando se dieron a conocer los resultados de la investigación, el PRD impugnó los dictámenes, el PAN impugnó la investigación, y se terminó por aceptar el resultado de la elección. El PAN no fue tan suertudo en Lamadrid, Coahuila, en donde se le anuló su triunfo por haber rebasado los topes de gasto de campaña.

Y así continúan las historias sobre gastos de campaña, trácalas, impugnaciones y fraudes. En la elección gubernamental de Michoacán, el PAN impugnó, había pruebas de intimidación de los electores que todos escuchamos, y no pasó nada. En las elecciones pasadas más recientes, el PAN impugnó la contienda delegacional otra vez en la Miguel Hidalgo, y junto con las impugnaciones del PAN y del PRD por el caso PRI-MONEX se busca de alguna manera castigar a aquellos que hacen trampa en los comicios electorales.

Aquí llegamos a dos puntos, el primero no es tan relevante para este artículo, el segundo es el punto central del mismo. Primero, me parece válido decir que en la política en México “todos hacen trampa.” Las despensas no son exclusivas del PRI, el PAN no es el único que recibe donativos de empresarios para las campañas, y el jefe capitalino no es el único que apoya a sus compañeros partidistas en los tiempos de campaña.

El segundo punto, que para mí es el más importante, es que existe una clase de mexicanos que se niegan a aceptar cualquier dictamen que les resulte desfavorable. Este tipo de personas son las anti-democráticas, son las que no quieren jugar de acuerdo a las reglas. Los panistas deben estar tristes y enojados de haber perdido la presidencia. Cuando a Cárdenas se le robó la elección del 88, no existían las instancias que existen hoy. Y las instancias se usan y se respetan en el Distrito Federal y otras entidades federativas. Pero a nivel nacional, desde el 2006, se ha atacado al IFE y los tribunales electorales cuando hay resultados adversos.

Nuestra democracia apenas va naciendo, va avanzando pasito a pasito, y se están creando instituciones con el fin de salvaguardar lo que aparenta será una democracia representativa. Sin embargo, hay quienes se niegan a aceptar no sólo los resultados, sino a las instituciones si estas no le favorecen.  Lo más problemático es cuando las personas buscan crear conflicto y caos para avanzar su causa, y no estoy hablando de millones de persona con una causa, sino piensen en lo que puede hacer un grupo de 10 mil personas manipuladas y con ganas de herir.

Los candidatos a la presidencia firmaron un acuerdo en el que dijeron que aceptarían los resultados de la elección. Todos los mexicanos sabíamos de las despensas, de la compra de votos, de la recolección de tarjetas IFE, de Gaviota y Televisa, y aún así los cuatro candidatos firmaron este documento. El único que ha faltado a su palabra es el señor Andrés Manuel López Obrador. Y los obradoristas lo siguen, reclaman que hubo fraude, no saben de cuál tipo, pero reclaman que el sistema, las reglas, las instituciones, y el jueguito al que ellos también le entraron no son justos.

Los malos perdedores continúan atacando cualquier cosa que ellos vean como injusta, resultando en pérdidas multimillonarias como en el bloqueo Reforma 2006 o como los ataques contra Soriana de la semana pasada (que ahora el PRD dice pueden ser otro complot para hacerlos ver mal). No les importa el bienestar de los demás, con gusto pisotean los intereses del > 70% de la población que quiere seguir adelante, mejorando a México y trabajando por un futuro digno para todos.

Lo que a mí más me cala es que nos acusen a los democráticos de ser unos “agachados,” de ser “conformistas,” de aceptar el atole con el dedo que nos ofrecen los que tienen poder o los que ganaron. Pero no, no lo somos, somos personas inteligentes, personas chambeadoras y luchonas. Pero también somos personas que seguimos las reglas que creemos que la democracia es preferible al autoritarismo. Porque algunos no quieren perder, no es justo que quieran deslegitimizar nuestras instituciones y nuestro futuro. Imagínense qué pasaría si cada vez que México pierde en penales acusamos a los que hicieron la portería, a los árbitros, o a la afición de haber causado nuestra derrota.

Otro blog al respecto que acabo de ver:

http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/el_blog_de_jess_silva_her/2012/07/la-legitimidad-no-es-popularidad-el-derecho-al-poder-no-cuelga-de-simpat%C3%ADas-que-van-y-vienen-la-%C3%BAnica-fuente-de-legitim.html